La cocina del Diablo de
Héctor Díaz-Polanco
Víctor
Flores Olea
30/04/2012
Hacía mucho tiempo que no leía un
libro de análisis político tan cuidadoso, tan bien escrito, en muchos aspectos
tan apasionante, que encierra un largo trabajo de investigación, y una
reflexión a fondo sobre las implicaciones políticas y culturales a corto y
largo plazo de la elección presidencial de 2006. Este estudio de Díaz-Polanco sobre
el fraude electoral de entonces, lo lleva a penetrar en algunos aspectos claves
de la política en México y a presentarlos como inevitable aspecto de nuestro
semblante político, aunque no guste a muchos. En cambio para otros, que
quisiéramos vernos sin disimulos, el libro La cocina del diablo de Díaz-Polanco resulta fascinante,
incluso porque muestra ese pragmatismo sórdido de nuestro tiempo (y de nuestros
políticos) que, con todo cinismo, canjean valores morales y culturales por
dinero y prebendas.
Un aspecto que contribuye a la
calidad del libro es la de traer a juego y rescatar la presencia de ciertos
“héroes” de las letras universales que iluminan lo dicho. Nada más faltaba que
la sonrisa de telenovela de Peña Nieto fuera lo último que nos quedara en la
elección de este año. Parece que vuelve Kafka (estuvo presente en el 2006, y
estará en primera fila en el 2012) para presidir nuestro destino manifiesto en
más de un aspecto.
Mencionemos en primer término, el
carácter sacrosanto de la ley que los funcionarios e instituciones dicen
respetar a toda costa y que, en verdad, en la historia del país, han convertido
en sus contrarios: la justicia, la verdad, la elemental lógica, la voluntad
popular, el destino de la nación…, son negados y traicionados y ante esto no
hay recursos eficaces: ni siquiera el Tribunal (de la ley) porque este apenas
le devuelve al ciudadano una “sonrisa obscena”. Además porque de las
instituciones sólo podemos esperar “una cadena arrolladora y caótica de actos
de corrupción” (nos dice el señor K, protagonista de El Proceso, de Kafka).
Claro, parece que “hay la opción de no dirigirse al Tribunal en los mismos
términos del desdichado K” –nos dice Díaz Polanco– y es a esto que apostó
Andrés Manuel López Obrador en el 2006, con el resultado conocido.
De todos modos, El Proceso
kafkiano “ilumina una contradicción (profunda) entre verdad-justicia y ley…”,
es decir, para la maquinaria del tribunal (las instituciones) “la ley sólo
significa un mecanismo que no se compromete con la sustancia de ninguna verdad,
(es) una máscara vacía, una voz sin sujeto”. Slavoj Zizek sostiene que el rasgo
distintivo de la ley “es que no hay ninguna verdad sobre la verdad, (es) una
mera apariencia, un semblante, la ley es necesaria sin ser verdadera”. Y más
adelante, todavía “La necesidad de la ley y la verdad de la justicia se oponen
o no se implican mutuamente”. Como es obvio, en esta intuición del carácter
profundo de las instituciones y de la ley anida el núcleo posible del
despotismo, los posibles tentáculos de la dictadura.
Bajo esta sombra ominosa en que
se desarrolló el proceso electoral de 2006, Héctor Díaz-Polanco nos narra con
detalle la guerra sucia y las operaciones ilegales del presidente en turno,
Vicente Fox Quezada, operando en la sombra (no tanto) el desafuero de López
Obrador, las acciones más que dudosas del IFE y del TEPJF. Un ejemplo, entre
muchos otros: la comparecencia del presidente del IFE Juan Carlos Ugalde
declarando triunfador a Felipe Calderón, y la comparecencia pregrabada,
segundos después, de Vicente Fox, prácticamente con la misma declaración y en
los mismos términos.
Naturalmente, durante las
campañas electorales no se hizo esperar una tormenta de injurias e invectivas
en contra de López Obrador, todo bajo la mirada distraída del IFE que no se
atrevió a llamar la atención ni a organizaciones empresariales que se habían
lanzado ilegalmente a la contienda, ni al presidente Fox que era el campeón de
una de las arbitrariedades más espectaculares en la historia política de
México.
Una de las secciones más
interesantes del libro de Díaz-Polanco es, sin duda, el análisis de los
“científicos” (de la UNAM, casi todos ellos) sobre los resultados de la
elección, que para la mayoría estuvo preñada de manipulaciones perfectamente
ilegales, inclusive la intromisión en los paquetes electorales en una dimensión
imposible de precisar. Es decir, el escrutinio de la elección presidencial de
2006 estuvo también a la vista de especialistas-científicos de la UNAM, y sus
resultados no son de ninguna manera favorables a las instituciones encargadas
de la legalidad de la elección, como el IFE.
Uno de los resultados más
interesantes de esta revisión de las conclusiones de los
científicos-universitarios es el hecho de que, con mucha probabilidad, la
transferencia de votos en favor de Felipe Calderón se hizo a costa de Roberto
Madrazo (candidato del PRI), y no necesariamente de López Obrador. Y es que de
Roberto Madrazo, en caso de que se hiciera transparente la maniobra,
difícilmente podría esperarse una reclamación “fuerte” como hubiera sido el
caso con López Obrador. Había también la posibilidad fácil de la negociación
política con el PRI, para calmarlo.
La participación de Elba Esther
Gordillo, según estos análisis, se concretó más a advertir sobre la dimensión
de la necesaria transferencia cibernética, para el triunfo de Calderón, en
vista de su nutrida red de informantes a través del territorio nacional.
Se trató pues, en conjunto, nos
dice Díaz-Polanco, de un gran fraude que se hizo en parte “a la antigüita” y en
parte con instrumentos de la más avanzada cibernética.
El autor culmina su libro
recordándonos el carácter cínicamente oportunista de una serie de intelectuales
que apoyaron públicamente, en los términos más baratos posibles, el triunfo de
Felipe Calderón, en tanto que otros intelectuales y hombres de ciencia del país
denunciaron valientemente el fraude y sostuvieron la necesidad de afinar la
elección contando otra vez “voto por voto”.
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